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Anécdota: GP de Hungría 1998: ¿Imposible?, no para Schumacher

Repasamos el GP de Hungría 1998, momento en el cual la lógica dejó de tener sentido, al menos, por una carrera

El día que Schumacher desafió a la lógica, y se demostró la clarividencia de una de las mejores parejas estratega-piloto habidas en la Fórmula 1: Ross Brawn y Michael Schumacher.

La temporada de 1998 encaraba la recta final, era la decimotercera cita del curso y Michael Schumacher llegaba al Gran Premio de Hungría 16 puntos detrás del líder del mundial, Mika Häkkinen. Intratable, y montado en un McLaren MP4/13 que se había alzado con 11 de 12 poles a lo largo de la temporada donde la varita de Adrian Newey evidenció su influencia en el monoplaza. Mientras que Schumacher pilotaba un Ferrari F300, que cada vez se acercaba más al McLaren.

Saldría desde la pole para la carrera David Coulthard quien fue el más rápido el sábado y segundo su compañero, Mika Häkkinen. Primera línea para los McLaren. Saldría tercero el hombre que protagonizaría una de las mejores acciones de un piloto hasta la fecha, Michael «el Káiser» Schumacher.

Al inicio del Gran Premio, Häkkinen rebasó a su compañero, y Schumacher se mantuvo detrás de David Coulthard, durante las primeras vueltas. El piloto finlandés comenzó a distanciarse de su compañero, Schumacher a su vez presionó al escocés infructuosamente, ya que el escocés no cometió ni un solo error.

Ross Brawn, estratega de Ferrari, pensó en qué podrían hacer. Dependían de que fallaran los McLaren o por lo menos el del finlandés, que estaba muy adelantado. Para la vuelta 25, se mantuvieron las posiciones y la situación, por lo que Ross Brawn aplicó la de susto o muerte. Probaron suerte a hacer 3 «pit-stop» con la esperanza de recuperar el tiempo de una tercera parada en boxes, mediante el ritmo en pista del alemán. Así el coche llevaba menor carga de gasolina y sería más ligero.

Michael paró en la vuelta 42, y a la salida de boxes escuchamos una de las radios que entrarían de lleno en los anales de la historia de la F1:

Brawn: «Michael, tienes 19 vueltas para recuperar 25 segundos. Necesitamos 19 vueltas de clasificación tuyas».

Schumacher: «OK, muchas gracias».

Un gran piloto, que tenía un objetivo en mente y que funcionaba mejor aún bajo presión. Él ya lo tenía claro. Schumacher venía como una exhalación, y el fallo que esperaban los de Maranello llegó. Häkkinen tenía un problema en la suspensión, lo que le hacía perder 1-1.5 segundos por vuelta. Pararon a Coulthard en la vuelta 44, para tratar de salir delante de Schumacher y seguir tapándole para que no llegara a Häkkinen. Pero cuando pararon a Coulthard y este salió de boxes, «El Kaiser», le llevaba ya 4 segundos de ventaja.

Michael había olido sangre, y sabía lo que tenía que hacer, y en un intento desesperado, los británicos pararon en la vuelta 46. De nuevo con el objetivo de intentar salir delante del alemán, pero cuando el finlandés regresa a pista, Michael llevaba ya 5 segundos de ventaja. Schumacher era líder de la carrera.

Finalmente, necesitaban que Schumacher lograra 20 segundos de ventaja para realizar la última parada en boxes y mantener el liderato. Por su parte los británicos, desesperados, hicieron que Coulthard pasara a Häkkinen para recortar distancia, infructuosamente, ya que Schumacher le llevaba 25 segundos de ventaja a Coulthard.

El GP de Hungría 1998 demostró la perspicacia de un piloto con un talento innato de unos de los mejores pilotos de la historia. Y cómo la pareja Brawn-Schumacher es una de las mejores que han existido, sobre todo como prevalece la calma y la concentración sobre el enfado y la exaltación.

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